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Los padres anhelamos lo mejor para nuestros hijos, que ellos alcancen lo que quizá nosotros no pudimos en su momento, la felicidad es uno de los más grandes deseos. Y la infancia constituye en su mayoría una de las etapas más felices y alegres en la vida de las personas. Sin embargo, también existen casos en los que los niños sienten tristeza, ansiedad o irritabilidad. ¿Cómo podemos ayudarlos? Existen factores que contribuyen a que el niño pueda ser feliz, siendo la educación uno de ellos. Niños felices

Es esencial que desde el hogar los padres puedan ir descubriendo qué motiva a los niños para ser partícipes de la felicidad y ayudar a potenciarlo dentro de su educación. Muchas veces ignoramos que en pequeñas situaciones o detalles que pueden parecer insignificantes, están las claves para que su hijo forme una personalidad y autoestima ideal para su desarrollo futuro.

Resulta normal que los padres se preocupen por los caminos que deben seguir para educar bien a los hijos, sin embargo, hay que tomarlo con calma y estar atentos a todo tipo de señales que se presentan cada día. Algunas veces empleamos un determinado lenguaje, sin prestar atención que estamos condicionando la forma de ser de los hijos y su capacidad de expresión en el subconsciente.

A continuación demos una mirada a las ocho claves de la felicidad infantil:

1.-Dar las gracias: los pequeños que son capaces de desarrollar su actitud de reconocimiento y gratitud hacia las cosas que tienen, logran entender que ello se presenta como un regalo, el cual contribuye a su estabilidad mental, enriqueciendo su crecimiento en el entorno familiar. Cuando se demuestra respeto por las cosas que hacen por nosotros, aprendemos a valorar lo importante que podemos ser para el entorno, ello genera un sentimiento de pertenencia y seguridad.

2.-Positivismo: está demostrado que aquellos que son educados en una interpretación positiva del mundo, resultan ser personas más seguras y confían más en sí mismos. Los que tienen pensamientos positivos suelen tener mayor control de su mente y por consiguiente, las interpretaciones que hagan de la realidad son esenciales para lograr la felicidad completa. Cuando son adultos, el ser positivos ayuda a alcanzar oportunidades ya sea a nivel personal y laboral, también encontrar las soluciones de una forma más sencilla. Se caracterizan por ser personas más generosas, perseverantes y responsables, son personas menos depresivas y son apreciadas en su entorno social porque su carácter positivo es atrayente.

3.- No etiquetar: Es preferible no emplear frases como “eres una niña mala” o “qué niño tan llorón” porque de esta manera limitamos y perjudicamos el desarrollo de la identidad del pequeño. Los padres suelen emplear ciertas descripciones cuando su hijo reitera algunas actitudes o comportamientos, ello debe ser alejado de la realidad puesto que indirectamente se predispone al niño a moldear su actitud y encajar en un determinado perfil. Si queremos fomentar la felicidad desde que son infantes, hay que tratarlos con acierto, sin cometer el error de denominarlos por el mal comportamiento que puedan tener, porque ellos lo percibirán como parte de sí mismos y no querrán cambiar de actitud. Por el contrario, podemos decirles “Eres un niño bueno, pero ahora te estás portando mal”, enfocando hacia la actividad que realizó mal.

4.- No dramatizar: Se recomienda inculcar a los hijos desde temprana edad para que sepan dar valor a las cosas, así podrán diferenciar y aprender a distinguir los rasgos que son importantes en la vida. Hemos observado situaciones en la que los padres regañan a los hijos por cosas que tienen solución, por el contrario hay que prestar atención a conductas erradas que tenemos que corregir como faltar el respeto o insultar a alguien, entre otras.

5.- Logro personal: Cuando los niños consiguen sus objetivos por méritos propios se sienten más felices. Los psicólogos recomiendan aplicar el principio de restricción de privilegios, denominado así a la acción de provocar una reacción de normalización en el niño que es consentido, que se presenta cuando el pequeño hace rabietas porque no se les proporciona los objetos cotidianos, no es recomendable ofrecerles todo al máximo, ya que corren el riesgo de sufrir del síndrome de niño insaciable, queriendo más y más algo, lo cual puede traer como consecuencia problemas de personalidad y conducta, generando un aislamiento, marginalidad hasta insatisfacción personal.

6.- Autonomía: A medida que los niños van creciendo desarrollan su independencia del entorno paterno, ello contribuye a potenciar su autoestima y tener mayor confianza en sí mismos. Podemos inculcarles este sentido, dejando que vayan jugando solos o que realicen tareas del hogar que resultan sencillas, de esta manera los estamos educando en igualdad. Estas acciones logran que el niño se sienta más feliz y seguro favoreciendo una correcta autonomía. Otra manera de lograrlo, es dejar que se sientan enfadados en ciertos momentos, ya que los padres tratan de evitar que sus hijos tengan algún sufrimiento, con ello lo único que consiguen es limitar su independencia y capacidad de experimentar sus sentimientos.

7.- Inteligencia emocional: Es fundamental que los hijos aprendan a controlar y regular sus emociones, tratando así de resolver las dificultades de manera pacífica. Ello les generará mayor tranquilidad en su carácter, las emociones son positivas y los pequeños reaccionan de una forma física ante ellas, esto debido a elementos bioquímicos que genera el cerebro, los cuales ayudan a detectar si hay situaciones de peligro, protegerse del daño, superar miedos, entre otros. Hay que fomentar en los niños el desarrollo de sus habilidades, logrando que tengan un conocimiento individual, reconozcan su identidad y autoestima, ello determinará el éxito que puedan tener en la vida adulta.

8.- Por edades: Desde el nacimiento hasta los 2 años: el afecto que los niños sienten desde pequeños, forma un punto crucial para desarrollar la personalidad a través de la memoria, los ayuda a que aprendan a caminar y hablar, logrando que su mundo se expanda.

Desde los 2 años: Disfrutan cuando son mirados por las personas con cariño. Se sienten gratificados cuando alguien que aprecian los elogia o les manifiesta su aprobación ante algo.

Hacia los 7 y 8 años: suelen convertirse en actores y jueces, porque practican la reflexión y libertad. Se presenta el orgullo y sienten vergüenza aunque no haya público.

Hacia los 10 años llegan a tener sentimientos opuestos y se dan cuenta que deben aprender a controlarlos.

En suma la felicidad es subjetiva y tiene dos componentes: el afectivo con el cual se experimenta emociones positivas, y el cognitivo que supone sentirse satisfecho con su propia vida.

La felicidad depende de cada uno y está en las manos de cada persona incrementarla. Eso mismo debemos inculcar a los hijos para que desde peque ños aprendan a sentirse más felices ante las situaciones cotidianas.

Entre los factores que influyen para alcanzar la felicidad tenemos:

-Exterior: lo que nos rodea, necesidades reales y ficticias de las personas, compras, antojos, caprichos, etc. situaciones que se presentan en el trabajo, la salud y el amor.

-Genética: aunque parezca impensable, heredamos un 50% de nuestra predisposición a ser felices.

-Uno mismo: la felicidad depende de nosotros mismos y ello podemos conseguirlo desde la infancia desarrollando un cúmulo de aptitudes.

   

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