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Es responsabilidad de los padres estar pendientes, dar consejos, guiar o corregir a los hijos. No hay que olvidar que se debe corregir asertivamente, sin recurrir a los gritos o pegar.
No existe la fórmula perfecta para ser padres, se va aprendiendo a lo largo de la vida, debemos estimular a los hijos a que sean mejores personas cada día, mientras van desarrollándose. No debemos pretender que sean perfectos ni compararlos con otras personas, por el contrario debemos premiar su esfuerzo y no solo el resultado positivo que alcanzan.
Hay que enseñar con el ejemplo y ser guía para ellos. Se puede ejercer autoridad sin necesidad de utilizar agresiones, ignorando las cosas que no sean importantes y observando nuestro estado de ánimo, para no tener conductas inapropiadas hacia los hijos.
-Ignora el mal comportamiento: Los niños son expertos en querer llamar la atención para impresionar. Debemos ignorar ese mal comportamiento o el clásico llanto y pataleta, que solo busca conseguir algo.
-Enseña al niño a gestionar su enfado: a partir de los 9 años los pequeños presentan mayor recepción y están interesados en pasar más tiempo con los demás niños, ahí aprenden a cooperar y relacionarse. Entre los 5 y 8 años, los pequeños tienen inconvenientes para entender otros puntos de vista. Debemos enseñarles a usar palabras que ayuden a solucionar problemas, expresar sentimientos y buscar soluciones. Hay que ayudarlos recordándoles lo que deben hacer, gestionar sus enfados, hablar o permanecer en silencio.
-Responde a su mal comportamiento, no al niño: Si algo te molesta de sus acciones, es mejor decírselo e incentivarle para que deje de hacerlo, en lugar de expresarle frases como: “¡eres un desastre!” o “¿cuándo aprenderás a recoger las cosas y no dejarlas tiradas?”. Hay que tener mucha paciencia con ellos.
-Redirige al niño: si el niño se porta mal, hay que tratar de redirigir ese mal comportamiento, cambiándolo en una acción positiva. No dejemos que tomen protagonismo de la situación, si insisten en comprar algo que no será positivo para ellos, desviemos esa acción, explicándoles qué es lo mejor.
-Utiliza una técnica de disciplina relacionada con el mal comportamiento: en ciertas oportunidades, las consecuencias surgen de manera natural y los pequeños suelen aprender de ellas sin que los padres intervengan. Es el caso de una situación en la escuela, cuando los alumnos no cumplen con las tareas escolares y pueden tener una amonestación que los avergüence delante de sus compañeros, así ya sabrán cómo actuar en el futuro.
-Técnica del Tiempo-Fuera: es una técnica más efectiva frente al sistema tradicional de castigar o pelear. Consiste en apartarle de sus juguetes, juegos y de nosotros. Le haremos caso si cambia el lloro por una actitud más tranquila o con sonrisa. Esta técnica es muy buena para estimularle la risa, en lugar del lloro como medio para conseguir sus objetivos. A la hora de aplicar esta técnica, debemos aislarle en una zona que no le genere miedo, debe haber luz y no quedarse a oscuras. Un lugar donde no haya distracciones para que pueda calmarse, de tal manera que piense en lo que va sucediendo. Esto hay que aplicarlo cuando el comportamiento sea negativo, tenga rabietas, pero no cuando trate de llamar la atención. Más que encontrar un espacio de castigo, es localizar un lugar donde mostrarle nuestra indiferencia mientras continue con su actitud.
Hay que recordarles a nuestros hijos que los malos comportamientos son inaceptables y que lo catalogarás en tiempo-fuera si no dejan de actuar de esa manera. Es preferible mantener la calma, sin que note que estás molesto por eso. Si continúa con lo mismo, llévalo a un lugar aparte para aplicarle el tiempo-fuera.
Luego del castigo, debemos explicarle por qué se le consideró en el tiempo/ fuera, de tal forma que empiecen a establecer las relaciones entre causa y efecto.
Se recomienda no usar esta técnica con niños menores de 5 años, porque no será conveniente que se sientan ignorados. Los especialistas creen que el tiempo estimado para estar apartado es de un minuto por cada año de edad.
Se han presentado casos, en los que los padres responden a un mal comportamiento de sus hijos, pegándoles, gritando o dándoles un azote. Hay que ser conscientes que en ciertas situaciones los padres suelen utilizar el daño físico o emocional con el objetivo de sobrellevar sus propios enfados o frustraciones. Gritarles o pegarles solo harán asustar al niño, haciendo que se calmen por un momento, pero eso no evitará que vuelvan a hacerlo más tarde.
Muchos hijos no recuerdan qué es lo que tenían que hacer cuando sus padres les pegaban, solo el dolor de la paliza. Esto es algo que los padres no se dan cuenta, no se ponen a pensar en lo que puede sentir el niño cuando les pegan. Quizá se sientan abrumados por una sensación de daño, enfado, humillación y resentimiento, más que recordar por qué fueron castigados.
Si los padres utilizan el castigo físico, pueden fomentar un futuro comportamiento agresivo en sus hijos. Los adultos que en algún momento fueron pegados de pequeños, tienen más problemas que aquellos que no pasaron por esta situación. Algunas consecuencias se presentan a través de problemas de agresión, depresión y ansiedad.
El pegar a un niño puede dar el mensaje equivocado de que las personas que quieres pueden hacerte daño. También les indica que pegar a las personas menores es normal, lo cual está totalmente alejado de la realidad. Por ello, hay que corregir a los hijos de otra manera, sin recurrir a la violencia.
Debemos recordar que la disciplina se imparte enseñando y educando, no provocándole un daño emocional, por el mal trato ante un comportamiento errado. Cuando sientas ganas de estallar, es preferible respirar hondo o ir a otro lugar hasta que el enfado se pase y cuando estés más tranquilo. Hay que recordar lo siguiente:
-Por qué el niño se porta mal.
-Cómo prevenir que suceda de nuevo.
-Cómo enseñar al pequeño una lección positiva de su acción.
En estos tiempos, el niño representa parte importante en la familia y hay que considerarle como tal. Enseñarles a obedecer y comportarse correctamente, repercute en su crecimiento personal. Tomemos en cuenta que nuestras acciones tienen consecuencias, hay que aprender que no podemos conseguir lo que queremos, aparte de respetar las normas. Guiemos a los niños con el ejemplo, respetándolos y educándolos para su vida futura.
Han dejado 1 comentario...
CLARENCE ORTEGA ERAZO
11 de febrero de 2013 a las 8:52 PM
Me parece excelente el articulo, ya que en el momento soy la coordinadora de un centro de desarrollo infantil de 225 niñ@s estrato 1,2. y donde a menudo encontramos niñ@s agresiv@s. gracias.